El arte es una herramienta para la transformación, es intervenir los espacios de vida de la mano de la comunidad, crear herramientas para generar cambios desde el juego, la plástica, el movimiento, la voz. Crear espacios alternativos y plantear un diálogo abierto, horizontal, inclusivo, creativo, soñador, sentipensante y colorido. El arte nunca da respuestas totales, sino que plantea diversas miradas para tejer verdades de muchos colores y matices. El arte jamás es una imposición.
Los trabajadores de la cultura, son generadores de conciencia, aportan una mejor calidad de vida y al ser parte de una comunidad que les inspira, actúan como detonante para las luchas colectivas y la construcción de utopías. El arte y la cultura no son propiedad de una sola persona; el arte y la cultura son un patrimonio de todos. Todas las personas generan día a día cultura. Quizás el artista sólo goza de una sensibilidad que le permite tomar elementos de la realidad y hacer sentir con sus acciones emociones, recuerdos, sueños, certezas y preguntas. Sobre todo preguntas. Una obra artística es una pregunta a quien la contempla. Pero el arte no es sólo para ver. Desencadena diálogos, produce debates, nos hace ver las cosas de otra manera.
Por eso crear obras artísticas de manera colectiva es quizás uno de los ejercicios más democráticos y participativos que pueden encontrarse.
El proceso de construcción artística colectiva, permite dialogar horizontalmente y construir en libertad, respetando las ideas creativas de cada participante y sumando las propuestas para construir una propuesta común, desde nuestras propias historias y sintiendo nuestras propias realidades, esto forma parte de la construcción de la identidad cultural de cada persona; desde una perspectiva antropológica, la identidad cultural aumenta la sensación de dignidad y posibilita la participación.
El arte para la transformación está muy relacionado con la creatividad y sus procesos permiten la creación en democracia, con inclusión y libertad. Esto permite no solamente crear obras artísticas de calidad, sino principalmente crear un pensamiento crítico y propositivo, indispensable para la solución de conflictos y para generar ciudadanía activa y participativa.
Plantear el arte como expresión de libertad no es sólo pensar en un artista que pintará o escribirá o quizás actuará y danzará sus ideas. El arte como expresión de libertad es aquel que viene desde memorias propias y ajenas, que busca e indaga, que construye entre muchas personas y que recrea visiones de otros mundos posibles. El hacer arte de manera colectiva también permite desprendernos de la idea de que sólo algunas personas pueden hacer “arte”. El arte es algo vivo que se genera culturalmente. Por ello el arte que se busca va de la mano de una provocación colectiva a recuperar prácticas y generar propuestas que permitan transformar las democracias vigentes, construir un país que refleje los sueños colectivos de los pueblos que lo habitan.
Hacer arte de manera colectiva es también un intento para comprender que el derecho a la cultura no se ejerce en abstracto, sino que todos producimos cultura y a través del arte mostramos a los demás lo que somos y lo que queremos ser.